domingo, 20 de junio de 2010

Escribir

Recorrer el camino de los álamos y mirar los rostros de la prisa: caminantes que habiendo camino buscan respirar en paz. Vamos a seguir escribiendo también en este blog a quien llamo Cerebrito.

miércoles, 4 de febrero de 2009

De tomar te

Ya tomé el de manzanilla
el verde, el de canela y el yogi tea con ginsen
Pero mejor es el te amo
pues activa el deseo de vivir.
Es una mezcla de miradas, palabras
y sonrisas naturales, aromáticas y relajantes
Se acompaña con música y poesía de fondo
Se puede tomar en varias dosis
y a cualquier hora del día y de la noche
Se sugiere tomar caliente
aunque queme los labios
Para mejor efecto se le agrega pizca de polvo de luna y estrella

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Día del cartero

No he visto ningún cartero hoy
Pero imagino que los hay
Algún día
hastiados de llevar cartas de cobro
de sears
de liverpool
o del banco
pedirán que escribamos cartas de amor y amistad
como antes
cuando salía el enamorado
a preguntarle
de si habia carta para él de su amada
Y la algarabía de saber que sí
o lo contrario
y en este caso esperar de nuevo

domingo, 12 de octubre de 2008

Las reinas

Las reinas son reinas
donde anden
carretera o vereda
barrio callejones de mercado
parques de pueblos pequeños
zócalos de ciudades capitales
Y su realeza se oculta a miradas indiscretras
o de envidia con ira
Los enanos siempre en mayoría
en sueños casi ogros
confabulan y linchan su belleza

Pocos las reconocemos como reinas
y sucede que a veces ni ellas mismas lo saben
y pasan pena entre los escombros de la vida diaria
que se acumulan en historias de grises tonos.

Y sucede
Porque sucede
El tiempo pasa indiferente
El tiempo no perdona y sigue
y deja atrás los rasgos agradables y las carnes firmes
los sueños juveniles
Y sin embargo con las reinas va un rayo de luz
con ellas viaja la esperanza
con ellas anda un nuevo mundo
Y sus cuerpos
de reinas verdaderas
ocasionan choques de autos
(paran el tráfico)
y son generadoras de energía
Y si sólo verlas
el frío desaparece
y el pobre es rico
Y si sólo sólo verlas
cambia el mundo
Imaginaos el verdadero amor con ellas
Así de simple

sábado, 11 de octubre de 2008

Mi maestro de música





Maestro Juan Pablo:
El tiempo ha pasado, como suele suceder, y hoy le escribo. A lo mejor ni se acuerda de mí. Tantos y tantos muchachos de entre 12 y 15 años han pasado por la secundaria federal 2 y han pasado por ustedes, los maestros que, a diario, desde un salón de clases, dignifican la educación pública.
Yo fui de la generación 1972-1975. Éramos muchos y éramos como todos en esa edad: soñadores, juguetones, rebeldes, inquietos, traviesos. Creíamos que nos podíamos tomar el mar de un solo trago, y que el mundo era inevitablemente nuestro. La adolescencia nos engaña, nos hace sentir eternos. Pero no es de eso, de lo que quiero comentarle, sino de la música.
En la distancia de tiempo uno entiende mejor las cosas, sobre todo ahora cuando me acompaño por mi guitarra y escucho cantar a un grupo de muchachos y muchachas las canciones tradicionales de nuestro país. Reconozco en sus rostros las mismas sonrisas del que fui hace cerca de 34 años. Ahora que estoy en lo mismo, la enseñanza y la música, comprendo.
Llegué a la federal 2 como muchos, sin saber exactamente lo que significaba, sin pensar en el por qué o para qué. Los amigos y algún maestro de la primaria nos impulsaron. En mi caso, el estudiar no era idea de familia.
Ya en la escuela -en el primer grado A, para ser precisos- los maestros nos iban mostrando sus ideas, su forma de decir las cosas, manera de esbozar con palabras y movimiento de manos lo que representaba su materia y lo importante que era la educación para nosotros.
Diferente a la primaria, donde cada grupo tenía un sólo maestro, la secundaria nos mostraba un abanico de personalidades muy distintas, pero convergentes en la educación, motivo y razón de ser de la escuela. Allí estaban, tenaces, los maestros. Y entre ellos usted, Juan Pablo, mi maestro de música, sonriente, entonando una canción y mostrándonos –también con palabras y sonrisas- la música como un océano de agua tibia que bañaría nuestro espíritu con notas sonoras, rítmicas, acompasadas; era miel, era leche tibia que alimentaba nuestro espíritu.
Usted con su acordeón le daba sentido y alegría a las mañanas cuando sobrevivíamos a números, algoritmos, teorías, métodos, exámenes. Con la música nos olvidábamos de la pobreza de nuestra familia, de los conflictos, de las angustias.
Mi amor por la música, específicamente por la música popular, de allí viene. A lo mejor ya estaba, pero usted le dio cauce, salida. Semana a semana se iban sumando ritmos, imágenes, cantos nuevos a la muchacha, a la revolución, a la naturaleza, a la patria.
Aún recuerdo a “Comadre Juana vamos a bailar, con ese viejo cara de comal.”, canción que volví a escuchar en 1986 con la cantante Tehua, voz terciopelo, en la Casa de la cultura de esta ciudad de Villahermosa.
Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Mariano Esperón, Los Cuates Castilla, Álvaro Carrillo, eran los héroes de mil batallas en la guerra florida de los sentimientos. Abrevamos esa mezcla de poesía y saber popular que dibujaron lágrimas, besos, abandonos y sonrisas.
En la mañana, la hora con música era la que le daba sentido al día. Y luego formamos la estudiantina (y también un mariachi) que llegaba por las tardes a darle orden a nuestras voces y a los sonidos armónicos que le empezamos a sacar a los instrumentos.
Yo me acomodé a una mandolina; me atraían sus cuerdas dobles y la sonoridad de la vibración. Era el instrumento con el que por esos años el griego Mikis Tehodorakis tocaba El baile de Zorba y yo hice lo posible por aprenderla, y en una oportunidad la toqué en el grupo, ante usted. Sí, era la mandolina con la que yo quería dialogar en ese río de notas musicales.
Generosa, la administración de la secundaria permitía que nos lleváramos el instrumento a nuestra casa para practicar en solitario bajo la sombra de un árbol. En mi caso era un pino que teníamos al centro del solar. Ese pino fue testigo fiel de mis andanzas también con el violín y la guitarra.
Algunas tardes nos reuníamos en casa de un amigo y con dos guitarras, unos botes grandes y unos sartenes armábamos nuestro grupo. Con la música construíamos la tarde y a nuestro recuerdo invariable venía la imagen de la muchacha, muñequita linda, de cabellos de oro.
Las canciones (Adiós Mariquita linda; Valentina; La embarcación; Nocturnal; La rondalla; Fina estampa; Madrid; Solamente una vez, y tantas otras) se iban sumando en nuestro cancionero escolar y en nuestro banco de imágenes sobre otras épocas, e iban representando fielmente nuestros sentimientos, lo que queríamos decir: “y mis brazos se extienden hambrientos en busca de ti”.
Y fíjese profe Juan Pablo, no había mejores momentos en nuestra vida que cuando estábamos ante un público; también cuando salíamos a tocar a escuelas en otro municipio. O cuando las madrugadas del 10 y del 15 de mayo recorríamos nuestras casas y las de nuestros maestros para cantarles con el corazón en la garganta. En la estudiantina y el mariachi eramos un buen equipo; aunque es más preciso decir que aprendimos a trabajar en equipo.
Luego entré a la escuela Normal para ser maestro de primaria. Usted trabajaba allí y me invitó a formar parte de la rondalla. Era la edad emocionante en la que descubrimos piel de ángel en la mujer; y nos enamoramos de nuestras amigas (en secreto). Por eso les cantamos melodías rosas en las madrugadas de San Valentín.
Sí, Profe. mi inicio en el mundo de la música en gran medida fue con usted, y me ha facilitado mi trabajo escolar y transforma en cualquier momento el ambiente del grupo en alegría; en lo personal me ha permitido apreciar la música de otros pueblos y ambientar las fiestas de los amigos. En conclusión creo que con su clase comprendimos lo que dice la Biblia respecto a que no sólo de pan vive el hombre.
Maestro Juan Pablo, mi gratitud y reconocimiento. Y que la salud le acompañe. Siga usted sembrando semillas de música y sonrisas en los corazones de los chicos y chicas que, en este mundo ajetreado de violencia, corrupción y maquinitas electrónicas de juego, requieren del arte, como al desierto urge la lluvia.
Reciba un muy fuerte abrazo.

domingo, 5 de octubre de 2008

Dibujo de vaca

Hada madrina –niña- dibujó una vaca linda, robusta y feliz. Adornada su piel en blanco y negro, como suelen ser en los dibujos, la vaca, a la que nombró Lula, comía pasto rumiando recuerdos de cuando fue ternera. Hada madrinita la miraba con sonrisa de oreja a oreja, satisfecha de su dibujo. Luego se recostó en el pasto para soñar despierta, pero quedó dormida quizá por el cansancio o el calor del trópico.
Hada madrinita entró al mundo de los sueños, en el que corría por la alameda cantando canciones de amistad y de esperanza. Larín, larán. De pronto recordó que había dejado a la vaca junto a la casa de campo de su tía -de Hada- comiendo pasto. Corrió de vuelta antes de que la vaca huyera. Con el corazón percutiendo como tambor africano llegó y vio que ya no estaba la Lula. Y empezó a llorar segura que pudo haberlo evitado. ¿Cómo no se le ocurrió dibujarle también un cencerro? Una vaca feliz no permanece en el mismo lugar. Les da por caminar por las veredas del campo entre la arboleda mirando mariposas y escuchando el canto de los pájaros.
Se dijo: para la próxima que dibuje otra vaca y no quiera que se vaya le dibujaré un cencerro.
Al despertar vio que la vaca venía de regreso, robusta y feliz.

Lluvia de oro

Mira:
Yo en ti, contigo, lluvia de oro
Oro tú, como decir tonta tú, solamente, y lluvia
Mirada transparente en oro
abismo donde te suspendes
y vuelas lluvia hacia cielo

Ir los dos en Uno
Estar y ser
lluviosa oro
oro lluvia

Pero digo
Antes las manos como gitanas presagian lluvia
Antes miradas
Antes besos pronostican lluvia
y después de que la humedad
testimonia que hubo lluvia
y que esa lluvia oro era
También la plática
y esas manos que se buscan
historian que antes y después de lluvia de oro
es Amor que sucede y antecede
Y no es sólo lluvia
oro es, polvo fino
luz licensiosa y silenciosa
verdad eterna de lo efímero
vida es
razón de existencia