domingo, 5 de octubre de 2008

Dibujo de vaca

Hada madrina –niña- dibujó una vaca linda, robusta y feliz. Adornada su piel en blanco y negro, como suelen ser en los dibujos, la vaca, a la que nombró Lula, comía pasto rumiando recuerdos de cuando fue ternera. Hada madrinita la miraba con sonrisa de oreja a oreja, satisfecha de su dibujo. Luego se recostó en el pasto para soñar despierta, pero quedó dormida quizá por el cansancio o el calor del trópico.
Hada madrinita entró al mundo de los sueños, en el que corría por la alameda cantando canciones de amistad y de esperanza. Larín, larán. De pronto recordó que había dejado a la vaca junto a la casa de campo de su tía -de Hada- comiendo pasto. Corrió de vuelta antes de que la vaca huyera. Con el corazón percutiendo como tambor africano llegó y vio que ya no estaba la Lula. Y empezó a llorar segura que pudo haberlo evitado. ¿Cómo no se le ocurrió dibujarle también un cencerro? Una vaca feliz no permanece en el mismo lugar. Les da por caminar por las veredas del campo entre la arboleda mirando mariposas y escuchando el canto de los pájaros.
Se dijo: para la próxima que dibuje otra vaca y no quiera que se vaya le dibujaré un cencerro.
Al despertar vio que la vaca venía de regreso, robusta y feliz.

1 comentario:

Finestrabierta dijo...

Jajaja todo lo que hace una vaca...