miércoles, 12 de noviembre de 2008

Día del cartero

No he visto ningún cartero hoy
Pero imagino que los hay
Algún día
hastiados de llevar cartas de cobro
de sears
de liverpool
o del banco
pedirán que escribamos cartas de amor y amistad
como antes
cuando salía el enamorado
a preguntarle
de si habia carta para él de su amada
Y la algarabía de saber que sí
o lo contrario
y en este caso esperar de nuevo

domingo, 12 de octubre de 2008

Las reinas

Las reinas son reinas
donde anden
carretera o vereda
barrio callejones de mercado
parques de pueblos pequeños
zócalos de ciudades capitales
Y su realeza se oculta a miradas indiscretras
o de envidia con ira
Los enanos siempre en mayoría
en sueños casi ogros
confabulan y linchan su belleza

Pocos las reconocemos como reinas
y sucede que a veces ni ellas mismas lo saben
y pasan pena entre los escombros de la vida diaria
que se acumulan en historias de grises tonos.

Y sucede
Porque sucede
El tiempo pasa indiferente
El tiempo no perdona y sigue
y deja atrás los rasgos agradables y las carnes firmes
los sueños juveniles
Y sin embargo con las reinas va un rayo de luz
con ellas viaja la esperanza
con ellas anda un nuevo mundo
Y sus cuerpos
de reinas verdaderas
ocasionan choques de autos
(paran el tráfico)
y son generadoras de energía
Y si sólo verlas
el frío desaparece
y el pobre es rico
Y si sólo sólo verlas
cambia el mundo
Imaginaos el verdadero amor con ellas
Así de simple

sábado, 11 de octubre de 2008

Mi maestro de música





Maestro Juan Pablo:
El tiempo ha pasado, como suele suceder, y hoy le escribo. A lo mejor ni se acuerda de mí. Tantos y tantos muchachos de entre 12 y 15 años han pasado por la secundaria federal 2 y han pasado por ustedes, los maestros que, a diario, desde un salón de clases, dignifican la educación pública.
Yo fui de la generación 1972-1975. Éramos muchos y éramos como todos en esa edad: soñadores, juguetones, rebeldes, inquietos, traviesos. Creíamos que nos podíamos tomar el mar de un solo trago, y que el mundo era inevitablemente nuestro. La adolescencia nos engaña, nos hace sentir eternos. Pero no es de eso, de lo que quiero comentarle, sino de la música.
En la distancia de tiempo uno entiende mejor las cosas, sobre todo ahora cuando me acompaño por mi guitarra y escucho cantar a un grupo de muchachos y muchachas las canciones tradicionales de nuestro país. Reconozco en sus rostros las mismas sonrisas del que fui hace cerca de 34 años. Ahora que estoy en lo mismo, la enseñanza y la música, comprendo.
Llegué a la federal 2 como muchos, sin saber exactamente lo que significaba, sin pensar en el por qué o para qué. Los amigos y algún maestro de la primaria nos impulsaron. En mi caso, el estudiar no era idea de familia.
Ya en la escuela -en el primer grado A, para ser precisos- los maestros nos iban mostrando sus ideas, su forma de decir las cosas, manera de esbozar con palabras y movimiento de manos lo que representaba su materia y lo importante que era la educación para nosotros.
Diferente a la primaria, donde cada grupo tenía un sólo maestro, la secundaria nos mostraba un abanico de personalidades muy distintas, pero convergentes en la educación, motivo y razón de ser de la escuela. Allí estaban, tenaces, los maestros. Y entre ellos usted, Juan Pablo, mi maestro de música, sonriente, entonando una canción y mostrándonos –también con palabras y sonrisas- la música como un océano de agua tibia que bañaría nuestro espíritu con notas sonoras, rítmicas, acompasadas; era miel, era leche tibia que alimentaba nuestro espíritu.
Usted con su acordeón le daba sentido y alegría a las mañanas cuando sobrevivíamos a números, algoritmos, teorías, métodos, exámenes. Con la música nos olvidábamos de la pobreza de nuestra familia, de los conflictos, de las angustias.
Mi amor por la música, específicamente por la música popular, de allí viene. A lo mejor ya estaba, pero usted le dio cauce, salida. Semana a semana se iban sumando ritmos, imágenes, cantos nuevos a la muchacha, a la revolución, a la naturaleza, a la patria.
Aún recuerdo a “Comadre Juana vamos a bailar, con ese viejo cara de comal.”, canción que volví a escuchar en 1986 con la cantante Tehua, voz terciopelo, en la Casa de la cultura de esta ciudad de Villahermosa.
Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Mariano Esperón, Los Cuates Castilla, Álvaro Carrillo, eran los héroes de mil batallas en la guerra florida de los sentimientos. Abrevamos esa mezcla de poesía y saber popular que dibujaron lágrimas, besos, abandonos y sonrisas.
En la mañana, la hora con música era la que le daba sentido al día. Y luego formamos la estudiantina (y también un mariachi) que llegaba por las tardes a darle orden a nuestras voces y a los sonidos armónicos que le empezamos a sacar a los instrumentos.
Yo me acomodé a una mandolina; me atraían sus cuerdas dobles y la sonoridad de la vibración. Era el instrumento con el que por esos años el griego Mikis Tehodorakis tocaba El baile de Zorba y yo hice lo posible por aprenderla, y en una oportunidad la toqué en el grupo, ante usted. Sí, era la mandolina con la que yo quería dialogar en ese río de notas musicales.
Generosa, la administración de la secundaria permitía que nos lleváramos el instrumento a nuestra casa para practicar en solitario bajo la sombra de un árbol. En mi caso era un pino que teníamos al centro del solar. Ese pino fue testigo fiel de mis andanzas también con el violín y la guitarra.
Algunas tardes nos reuníamos en casa de un amigo y con dos guitarras, unos botes grandes y unos sartenes armábamos nuestro grupo. Con la música construíamos la tarde y a nuestro recuerdo invariable venía la imagen de la muchacha, muñequita linda, de cabellos de oro.
Las canciones (Adiós Mariquita linda; Valentina; La embarcación; Nocturnal; La rondalla; Fina estampa; Madrid; Solamente una vez, y tantas otras) se iban sumando en nuestro cancionero escolar y en nuestro banco de imágenes sobre otras épocas, e iban representando fielmente nuestros sentimientos, lo que queríamos decir: “y mis brazos se extienden hambrientos en busca de ti”.
Y fíjese profe Juan Pablo, no había mejores momentos en nuestra vida que cuando estábamos ante un público; también cuando salíamos a tocar a escuelas en otro municipio. O cuando las madrugadas del 10 y del 15 de mayo recorríamos nuestras casas y las de nuestros maestros para cantarles con el corazón en la garganta. En la estudiantina y el mariachi eramos un buen equipo; aunque es más preciso decir que aprendimos a trabajar en equipo.
Luego entré a la escuela Normal para ser maestro de primaria. Usted trabajaba allí y me invitó a formar parte de la rondalla. Era la edad emocionante en la que descubrimos piel de ángel en la mujer; y nos enamoramos de nuestras amigas (en secreto). Por eso les cantamos melodías rosas en las madrugadas de San Valentín.
Sí, Profe. mi inicio en el mundo de la música en gran medida fue con usted, y me ha facilitado mi trabajo escolar y transforma en cualquier momento el ambiente del grupo en alegría; en lo personal me ha permitido apreciar la música de otros pueblos y ambientar las fiestas de los amigos. En conclusión creo que con su clase comprendimos lo que dice la Biblia respecto a que no sólo de pan vive el hombre.
Maestro Juan Pablo, mi gratitud y reconocimiento. Y que la salud le acompañe. Siga usted sembrando semillas de música y sonrisas en los corazones de los chicos y chicas que, en este mundo ajetreado de violencia, corrupción y maquinitas electrónicas de juego, requieren del arte, como al desierto urge la lluvia.
Reciba un muy fuerte abrazo.

domingo, 5 de octubre de 2008

Dibujo de vaca

Hada madrina –niña- dibujó una vaca linda, robusta y feliz. Adornada su piel en blanco y negro, como suelen ser en los dibujos, la vaca, a la que nombró Lula, comía pasto rumiando recuerdos de cuando fue ternera. Hada madrinita la miraba con sonrisa de oreja a oreja, satisfecha de su dibujo. Luego se recostó en el pasto para soñar despierta, pero quedó dormida quizá por el cansancio o el calor del trópico.
Hada madrinita entró al mundo de los sueños, en el que corría por la alameda cantando canciones de amistad y de esperanza. Larín, larán. De pronto recordó que había dejado a la vaca junto a la casa de campo de su tía -de Hada- comiendo pasto. Corrió de vuelta antes de que la vaca huyera. Con el corazón percutiendo como tambor africano llegó y vio que ya no estaba la Lula. Y empezó a llorar segura que pudo haberlo evitado. ¿Cómo no se le ocurrió dibujarle también un cencerro? Una vaca feliz no permanece en el mismo lugar. Les da por caminar por las veredas del campo entre la arboleda mirando mariposas y escuchando el canto de los pájaros.
Se dijo: para la próxima que dibuje otra vaca y no quiera que se vaya le dibujaré un cencerro.
Al despertar vio que la vaca venía de regreso, robusta y feliz.

Lluvia de oro

Mira:
Yo en ti, contigo, lluvia de oro
Oro tú, como decir tonta tú, solamente, y lluvia
Mirada transparente en oro
abismo donde te suspendes
y vuelas lluvia hacia cielo

Ir los dos en Uno
Estar y ser
lluviosa oro
oro lluvia

Pero digo
Antes las manos como gitanas presagian lluvia
Antes miradas
Antes besos pronostican lluvia
y después de que la humedad
testimonia que hubo lluvia
y que esa lluvia oro era
También la plática
y esas manos que se buscan
historian que antes y después de lluvia de oro
es Amor que sucede y antecede
Y no es sólo lluvia
oro es, polvo fino
luz licensiosa y silenciosa
verdad eterna de lo efímero
vida es
razón de existencia

martes, 30 de septiembre de 2008

El amor

EL amor
Es cursi. Hasta tonto.
Vuelve tontos.
Se vuelve todo como una neblina luminosa,
por la que los enamorados dejan de ver bien.
Y hasta les da por usar lentes
o ir al oftalmólogo, que no es lo mismo.
Andan como zombis.
Miran al infinito,
que no es otra cosa que ver, como bobos, a ninguna parte.
Y otro miran a la luna, ciegos.
Inventan de que la luna es para los enamorados
y sonríen convencidos
de que le han encontrado razón a la existencia.
Creen ver a sus parejas, hasta en los anuncios de televisión
o en la películas.
No existe nadie más. Nadie.
Aislados del mundo se queman con cualquier fuego
y a todo canto le encuentran razón de ser de la pareja.
Les da también por encontrarle formas a las nubes,
a los asientos del café a las lineas de la mano.
Escriben sus nombres dentro de un corazón
en los lugares menos pensados.
Dan risa cuando les sirven un café,
y sin darse cuenta de que están calientes,
los cafés,
se queman los labios,
para luego curárselos a besos.

Sarita! y otros textos

Publicado por antoniosolis en 21:56 0 comentarios
jueves 29 de mayo de 2008

Motel Parangaricutirimícuaro
No sé si exista un motel con este nombre casi impronunciable, que refleja, más que lo escondido o lo oculto, lo intrincado. De existir, lo más seguro es que sería utilizado de manera frecuente por parejas traficantes de palabras que, con trabalenguas, hablan lenguaje sensual aderezado con abrazos. Ese nombre Parangaricutirimícuaro no me gusta, dice hada Madrina, y propone El Machu Pichu, en referencia directa con el giro de ese tipo de establecimientos. Vas bien, muy bien, ya la hiciste, le responden. Como fondo, música instrumental de canciones románticas.
Publicado por antoniosolis en 8:10 0 comentarios
domingo 25 de mayo de 2008


Sarita

Sarita y yo nos conocimos en el DF, en el 2006, cuando asistimos a un mitin del tabasqueño López Obrador. Si recordara la fecha, sería el 15 de septiembre. Platicamos brevemente, y entre otras cosas me dijo entusiasmada que ella venía sola, y que estaba convencida que Andrés Manuel es el líder que el país necesita. ¿Cómo hice plática con ella? Fácil. Yo estaba cerca de Sarita, bajo un árbol frente a la catedral metropolitana. Una señora joven y de buen ver, que estaba casi junto a nosotros, dijo que Obrador es soltero y que ella se sacrificaría con él, como pareja . Yo dije que estaría bien, pero que de seguro tendría mucha competencia. Sarita rió con ganas. Fue cuando aproveché para platicar con ella y fue cuando me comentó de su admiración por "el hombre", el señor López. Luego me preguntó si yo iba a venir para la siguiente asamblea que se programó para el 20 de noviembre; pues sí, le respondí contento, e hicimos cita. Ella traería comida, y yo las fotos que le tomé con mi Lumix Panasonic. El 20 de noviembre fui al DF, claro! los caballeros no fallan a las citas. Y transcurrió el mitin con el zócalo lleno. Sol, calor y hambre. Y yo en el mismo lugar -arbolito frente a la metropolitana- buscaba a Sarita. Luego cantó el Silvio Rodríguez, y yo miraba rostros para encontrarme a mi morena, la de la cita, y nada. Perdí la esperanza. Hasta que, casi anocheciendo, mi mirada se encontró con la suya. Ella traía lo acordado, yo también. Y entre el tumulto nos hicimos espacio para probar, la carnita con huevo y chile especial. Aquí nos vemos en la foto.
Publicado por antoniosolis en 19:28 0 comentarios
La banda
Si, de pronto todo inicia de nuevo, y parece mentira que hacemos algo distinto a lo de ayer. Hoy por ejemplo, caldo de pollo y un vaso de coca cola en la comida. Y sólo eso. Ayer tomé café con Chepe en La Cabaña de Las Américas. Mucho de qué hablar, en la periferia cualquier tema, bordeamos para llegar al punto: la mujer que mueve el corazón. Comenta de sus encuentros. Le comento de los míos. Algo de imaginación. Me cuenta de su nuevo trabajo. Después de componer el mundo con un capuchino, un americano y un vaso de agua, pagamos y nos despedimos, previo intercambio de números telefónicos. Yo fui al gran che, para comprar aceite para motor de carro. Afuera llovía. Le comenté que iniciaría un blog y trataría por disciplina escribir a diario. Este es. Pido permiso.
Publicado por antoniosolis en 13:55 1 comentarios

De ejercicios y sueños.

-Amore, ando amado, aliento añoro, ansío amarte, ángel. Ah. Anda. Ahora habla, anuncia amor.
-Vida, voy volando veloz. Verte varias veces vocación vislumbro. Vaya vía: volcán, vente, voy.
-Traficar tiene trabajo. Tiemblas? Temor tienes? Tunda tendrás.
-Cerebrito, canto contenta, corazón. Cielo color carmín como cuando corres cavando centro con candor.
-Date diez, dice docente. Dame doce damas diario, díscola.

-Cien, calificación, Cándida. Comes carnero? Confía. Canta canciones comerciales como cuando Caribe cooler. Corazón cantante. Cama cuándo?
-Cama cuando conmigo corrijas color calzón. Concedo coger con condón.
-Como comenzar comentarios? Con cariño, corazón. Con cariño cantar cantos. Conceptuar caleidoscopios. Claro, coger como conejos. Cogernos cariño.

-Diva. Di.
-Tiemblo tanto, Toño. Tenerte todo. Temo tú tambalees. Traficante, tienes tibieza, tranquilidad, talento.
-Tanto tiempo tener tunantes, tiricia, tara tengo. Tiemblo. Tienes tú tentación? Tómame. Te tomo.
-Tas tonto, tirano.-Tonto, tonto? Tas temblorosa. Tirana, tú. Tomas té, tunanta? Tengo tanto tuyo.
.


Sueños
Andaba en Comalcalco. No se por qué. Necesitaba irme a Villahermosa. Pasé por el somellera, la línea de autobuses. Esperaba. Intenté comprar un boleto. Va a tardar aún, me dijo el despachador. Había otros como yo en búsqueda de boleto. Momentos antes una niña que traía un cuchillo por poco se corta. No era de ella. Así que al ayudarle me quedé con él. Traía yo en mi maletín el cuchillo, cuando la compra del boleto. Dos muchachos me dijeron que podíamos irnos en taxi. Me gustó la idea: más rápido llegaríamos a nuestro destino. Luego me acordé que también podría buscar la parada de taxis a nacajuca, y de allí transbordar. A eso dirigí mis pasos. Caminé sólo por unas callecillas de la ciudad. Necesitaba preguntar sobre la parada de los taxis colectivos a nacajuca. En mi trayecto vi a unas personas platicando. Al acercarme pude darme cuenta que era una pareja de ancianos lindísimos. Instintivamente toqué mi bolsa que llevó al pecho donde va mi cámara fotográfica. Y les pedí permiso para hacerles un retrato. Son para una revista, les mentí. El creyó escuchar que dije “para una revista de Cuba”, e inmediatamente se emocionó. Ella era de una belleza esplendorosa: alta, fuerte, ojos grises, mirada tierna, cabello mezcla blanco y negro, cejas pronunciadas, y andaba desnuda de su torso. El también fuerte para su edad, con sonrisa de aceptación, me dijo que lo que fuera para cuba era aceptable. Asi que saqué mi camarita de aficionado, y me dispusé a disparar varios clic, para asegurar buenas fotos. Antes el me dijo que tenía unos libros que apreciaba mucho, y quería mostrarmelos. Estaban en una repisita cerca de su ventana. El trató de bajarlos con una mano, pero eran varios y grandes. Yo me ofrecí a ayudarle. Era como una enciclopedia, o colección de cinco seis libros grandes, con mucho polvo. Bajé dos y le pasé la mano por la cubierta. Alcancé a distinguir la figura de José Martí y lo confirmé al leer el nombre del héroe cubano. Antes de tomar las fotos, pensé en preguntarles sus nombres, para que en una supuesta y presunta exposición de fotografías, estuviera con datos precisos. Serían reveladores. En ese momento desperté.

sábado 31 de mayo de 2008


Mole para dos o veinte
Era como de truco avanzar sobre nubes de algodón. Luego inició el diálogo sobre las comidas. Yo tenía hambre, de eso no había duda. Hada madrina quizá no, porque era fácil pronunciar su comida favorita y con la varita mágica, la de los poderes de todas las hadas, hacerla aparecer. Y si fueras a elegir platillo para boda, cuál sería esta, dice. Yo respondí con sonrisa de luna: club sándwich. “Stas loco”, dice, y me tira un puñado de brillo luminoso que se me pegó en la nariz. De veras, ¿cuál sería tu platillo? Entraba sombra por la rendija donde salen los ratones. Pensé que algo tradicional, y recordé a madre cuando lo las fiestas de la infancia: bautizos, confirmaciones, cumpleaños. Y supe que era el mole. Y dije orondo que mole. Una viejecita amiga de madre lo hacía en casa y ella le ayudaba. Poco a poco madre aprendió. Y cuántos invitados serán? dice Hada. Cincuenta, quizá, treinta o veinte, respondo con la seguridad de siempre. Ella cierra esta parte del diálogo: será para dos personas, o veinte. Así será.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Carta de V

La srita. V. me escribe solicitando consejo para utilizar mejor sus domingos, los que considera aburridos. Y aunque el espacio no es para cartas, me permito transcribirla por considerarla interesante.

Sr. Calvillo:
He estado leyendo con atención sus colaboraciones de fin de semana en el diario La verdad, en los que trata asuntos relacionados con el domingo, y en virtud de que esos días son fatales para mí, decidí escribirle para platicar por escrito con usted, además de solicitarle tips para que me la pase menos aburrida. Y mire que no es fácil entrarle de lleno a contar mis cosas, sabe, los complejos hacen que una se inhiba, y finalmente no sepa por dónde entrarle. Hace apenas dos años terminé mi secundaria y ya en prepa me empecé a aburrir de lunes a viernes debido a las clases y tareas y a lo monótono de la voz de los maestros, y por eso esperaba con impaciencia los fines de semana para utilizar mi vida, y salía a caminar por el centro de la ciudad asomándome a cada aparador y cada rostro, no para conquistar, por supuesto, ni vaya usted a pensar mal de mí, sino para encontrar mujer u hombre, que me tendiera la mano en amistad y poder así platicar nuestros problemas para escuchar de otra persona su opinión sobre mí misma, y por más que se agotaban los sábados y domingos entre refresquerías y funciones de cine, no logré encontrar a nadie que realmente se preocupara por mí. No crea que nunca hubo nadie, uno que otro amigo me invitaba a charlar y a reír en pareja. Y se ha de imaginar, nos íbamos al centro de la ciudad y de allí al parque Tomás Garrido, y aunque al principio yo no sospechaba de que los hombres lo único que quieren es no perder el tiempo y aventuraban su mano rápido con el pretexto de que nunca se las amarraron de chiquitos, y finalmente tenía que marcarles el alto. No porque una sea santa o mojigata, que se espanta con todo, nada de eso, es que simplemente no tenía por qué aceptar algo que no me llamaba la atención hacer con cualquiera que estaba en esos momentos conmigo. Así que rompía la incipiente amistad. De allí me nació la terrible idea de que no puede haber amistad entre un hombre y una mujer. Y eso sí que me daba espanto, imagínese que solamente entre mujeres pudiéramos platicar nuestros problemas. Total que el amigo idealizado jamás vino a mí. Pero concreto diciéndole que poco a poco empecé a sentir estimación por mi maestro de redacción (por eso es que aprendí a redactar cartas), que afortunadamente es soltero e iniciamos charla que poco a poco se fue convirtiendo en una relación de dependencia de mí hacia él. Sin embargo lo terrible para mí es que él tiene ocupados los fines de semana y yo por más que espero recibir una invitación a salir, nada, y no es que él me ignore, nada de eso, sino que simplemente tiene otras cosas qué hacer. Por eso le escribo, señor Calvillo, para que me sugiera qué hacer. Los sábados y domingos me la paso como para llorar. A veces he pensado en dejar la escuela e irme a Mérida o Campeche, donde tengo familiares, para distraerme en viajes pero no me decido porque creo que me la voy a pasar peor lejos de mi maestro de redacción. Espero su respuesta.

Atte. Srita V.

Posdata. Le confieso que primero tuve el impulso de escribirle a la consejera del aire, esa la de la estación de radio, pero mis amigas me alertaron de que esa locutora se escribe sus cartas y ella misma se contesta. O sea que puro fraude; por eso mejor decidí escribirle a usted, que en su forma de escribir se nota que es una persona sumamente seria. Gracias por la atención. Fin.

A usted. Srita. V., gracias por la confianza. En próxima colaboración vamos a dar respuesta puntual a su muy atenta carta.

Los libros, viaje a uno mismo

En casa no había. O mas bien dicho, sólo había los libros de texto gratuito escolares de mis hermanos. Y, celosos, no me los prestaban con el temor de que los rompiera. Fue mi hermano Crecenscio, de 9 años, quien, sin conocer de didáctica, o teorías de aprendizaje, me enseñó a leer y a escribir cuando yo tenía cinco. Con esto refiero la importancia que tiene la educación pública y, por lo tanto, los libros de texto gratuitos, porque son los primeros y a veces los únicos a los que tiene acceso una gran cantidad de niños.

El profe Carlos Martínez, de primer grado, traía un libro chiquito. De allí, como algo mágico, brotaban palabras con melodía, y él, entusiasta, entonaba la voz y movía las manos y todos cantábamos en coro, alborozados. Al día siguiente volvíamos al aula a la espera de su palabra vivaz y la mirada luz, con las que nos develaba temas nuevos, y construía, junto con nosotros, otros escenarios, en los que sentíamos calor, cuando el invierno en Matamoros era cruel, rudo.
El librito que llevaba, era un cancionero del grillito cantor, Cri Cri.

Para mí, entonces, los libros eran únicamente los que nos daban en la escuela. En ellos conocí de Benito Juárez, las ovejas y la flauta de carrizo. De Miguel Hidalgo, la cerámica, la miel y los gusanos de seda. Sobre la mítica fundación de Roma cuando los hermanos Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba. De las fábulas de Esopo.

En primaria yo estaba prendado de mi libro de español. Y eso a pesar de mis demás maestros, a excepción del profe. Carlos. Había una maestra pegalona, cuyo nombre no olvido, Alicia. Otros, indiferentes. La vida era otra cosa muy distinta a lo que se vivía en los salones. Quizá algo de historia en quinto y en sexto me llamó la atención, quizá fue la mañana, el sol de primavera o las sonrisas de las compañeritas.

Hilarino Jiménez fue mi maestro de español en secundaria. No nos obligaba a que lleváramos el mismo libro de texto, que costaba caro. A él le bastaba que fueran de la materia y del grado. Entonces mi papá los conseguía usados. El de español era un libro grueso. Venían obras de Lope de Vega, Quevedo, Miguel Hernandez, de Antonio Machado, García Lorca, de Cortázar, Borges, Rulfo, Nervo, Arreola, Paz, Fuentes, y otros que sería complejo intentar ennumerarlos. Yo navegaba entre el mar de imaginación. Palabra a palabra el ritmo tanto de la poesía como de la prosa, se iba metiendo en nuestro ánimo para ya no salir nunca más.

En la casa, dije, no había libros. Pero se leía. No literatura, que finalmente en nuestra sociedad, hasta ahora, es asunto de una élite. Devorábamos comics. Pasaron por nuestras vidas las distintas historietas de Lágrimas y Risas. Las aventuras de Memín Pinguin y sus amigos. Tarzán en las lianas de selva. Superman y la debilidad ante la kriptonita. Chanoc y Tsekub. Ah, y Kalimán en el papel del verdadero Kaliman con su inseparable compañero Solín, a quien solía decir con frecuencia “¡Esperra!, amigo Solín, serenidad y paciencia; el que domina la mente lo domina todo”.
Mi padre llegaba por las tardes con la revista en la mano. Y rigurosamente él era el primero en el orden de la lectura, para que después le pasáramos todos encima con rapidez y al rato la llevábamos a rentar a las casas de los vecinos, quienes igual nos recibían gustosos.

En la escuela Normal nos pidieron en la materia de Español y su didáctica, como libro obligatorio, El llano en llamas, de Rulfo. Nos dijo el profe. “ningún nuevo maestro de primaria deberá llegar a las comunidades rurales sin haber leído mínimo el libro de Juan Rulfo”. Y hay otros muchos libros donde tendrán que asomarse y vivir en la literatura, lo que vivirán en la vida real.
Y nosotros, muchachos de 16 años recorrimos las diversas comunidades del país en las páginas luminosas de varios escritores.

Mi influencia para acercarme a la lectura fue también de amigos:
Bogar, compañero de grupo en la normal me acercó a Rius y sus infatigables monitos.
Oscar Eligio, lider de palabra e ideas, leía Proceso y tenía la colección completa. Me asomaba yo a algún ejemplar y veía los subrayados y me asomaba a la historia del presente, textos de Heberto Castillo y caricaturas de Naranjo. Luego se desprendió –Eligio- generosamente de varios libros y a mi me regaló la biografía en tres tomos de Leon Trostky, escrita por Isaac Deutcher: El profeta armado; El profeta desarmado y El profeta desterrado.
Oscar Eligio junto con Joel Valle andaban en asuntos de oratoria y por las noches llegaban a casa a practicar los discursos con los que participarían en los concursos cercanos. Ellos citaban a los pensadores griegos o romanos, a Martí, en algo así como que el hombre es la medida de todas las cosas, nadie se baña dos veces en el mismo río y el terco pensador cubano que dice que hacer es el mejor modo de decir.

Ah los libros. Apenas dos años después de que egresamos de la normal, quizá andaríamos por los 21 años, cuando el mismo Oscar Eligio nos sugirió leer a Milan Kundera: La broma, La vida está en otra parte y la Insoportable levedad del ser.

Estábamos en la biblioteca de la escuela Normal en una reunión del consejo editorial para publicar nuestro periódico El Opositor. Intercambiábamos palabras en orden sobre contenidos que tendría nuestra nueva edición. Sentí que una mano suave me tocó al hombro. Era Isabel, amiga linda, quien me llamaba para mostrarme un libro. Y en él un poema: poema 20 de Pablo Neruda. “…ya no la amo, o tal vez la amo, en noches como esta la tuve entre mis brazos…”; etc.

Caray, insospechados rumbos tiene la lectura, sobretodo cuando las rutas de cada uno son distintas en tiempo, caricias y circunstancias.

Los tenemos para todas las edades. Los hay de cocina, astronomía, medicina, brujería, duendes, y dioses. Los hay de cuentos, novelas, poemas y numerología. Sobre política, corrupción, caricaturas. Los hay sobre cocina, modelaje, dibujo y ajedrez. De computación, historias de casas de cita, cómo preparar una buena bebida, hacer guiones de cine y filtros para el amor. De cómo se prepara una fiesta de quince años y como defenderse ante situaciones de insomnio o de divorcio. De cómo cuidar la piel. De la mejor manera para pescar brujitas adorables de cuerpo sinuoso.
Los hay de aerobics, pistoleros y de cursis historias románticas. De fotografía, de construcción y de dibujo. Hay instructivos para amar, desarmar y construir alas como las de Icaro.
Los hay de todo lo que la imaginación ha creado y pueda crear en el vuelo de la humanidad.

Las reinas

Las reinas son reinas
donde anden
carretera o vereda
barrio callejones de mercado
parques de pueblos pequeños
zócalos de ciudades capitales
Y su realeza se oculta a miradas indiscretas

Los enanos siempre en mayoría
en sueños casi ogros
confabulan y linchan su belleza

Pocos las reconocemos como reinas
y sucede que a veces ni ellas mismas lo saben
y pasan pena entre los escombros de la vida diaria
que se acumulan en historias de grises tonos.

Y sucede
Porque sucede
El tiempo pasa indiferente
El tiempo no perdona y sigue
y deja atrás los rasgos agradables y las carnes firmes
los sueños juveniles
Y sin embargo con las reinas va un rayo de luz
con ellas viaja la esperanza
con ellas anda un nuevo mundo
Y sus cuerpos
de reinas verdaderas
ocasionan choques de autos
(paran el tráfico)
y son generadoras de energía
Y si sólo verlas
el frío desaparece
y el pobre es rico
Y si sólo sólo verlas
cambia el mundo
Imaginaos el verdadero amor con ellas
Así de simple