martes, 30 de septiembre de 2008

El amor

EL amor
Es cursi. Hasta tonto.
Vuelve tontos.
Se vuelve todo como una neblina luminosa,
por la que los enamorados dejan de ver bien.
Y hasta les da por usar lentes
o ir al oftalmólogo, que no es lo mismo.
Andan como zombis.
Miran al infinito,
que no es otra cosa que ver, como bobos, a ninguna parte.
Y otro miran a la luna, ciegos.
Inventan de que la luna es para los enamorados
y sonríen convencidos
de que le han encontrado razón a la existencia.
Creen ver a sus parejas, hasta en los anuncios de televisión
o en la películas.
No existe nadie más. Nadie.
Aislados del mundo se queman con cualquier fuego
y a todo canto le encuentran razón de ser de la pareja.
Les da también por encontrarle formas a las nubes,
a los asientos del café a las lineas de la mano.
Escriben sus nombres dentro de un corazón
en los lugares menos pensados.
Dan risa cuando les sirven un café,
y sin darse cuenta de que están calientes,
los cafés,
se queman los labios,
para luego curárselos a besos.

Sarita! y otros textos

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jueves 29 de mayo de 2008

Motel Parangaricutirimícuaro
No sé si exista un motel con este nombre casi impronunciable, que refleja, más que lo escondido o lo oculto, lo intrincado. De existir, lo más seguro es que sería utilizado de manera frecuente por parejas traficantes de palabras que, con trabalenguas, hablan lenguaje sensual aderezado con abrazos. Ese nombre Parangaricutirimícuaro no me gusta, dice hada Madrina, y propone El Machu Pichu, en referencia directa con el giro de ese tipo de establecimientos. Vas bien, muy bien, ya la hiciste, le responden. Como fondo, música instrumental de canciones románticas.
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domingo 25 de mayo de 2008


Sarita

Sarita y yo nos conocimos en el DF, en el 2006, cuando asistimos a un mitin del tabasqueño López Obrador. Si recordara la fecha, sería el 15 de septiembre. Platicamos brevemente, y entre otras cosas me dijo entusiasmada que ella venía sola, y que estaba convencida que Andrés Manuel es el líder que el país necesita. ¿Cómo hice plática con ella? Fácil. Yo estaba cerca de Sarita, bajo un árbol frente a la catedral metropolitana. Una señora joven y de buen ver, que estaba casi junto a nosotros, dijo que Obrador es soltero y que ella se sacrificaría con él, como pareja . Yo dije que estaría bien, pero que de seguro tendría mucha competencia. Sarita rió con ganas. Fue cuando aproveché para platicar con ella y fue cuando me comentó de su admiración por "el hombre", el señor López. Luego me preguntó si yo iba a venir para la siguiente asamblea que se programó para el 20 de noviembre; pues sí, le respondí contento, e hicimos cita. Ella traería comida, y yo las fotos que le tomé con mi Lumix Panasonic. El 20 de noviembre fui al DF, claro! los caballeros no fallan a las citas. Y transcurrió el mitin con el zócalo lleno. Sol, calor y hambre. Y yo en el mismo lugar -arbolito frente a la metropolitana- buscaba a Sarita. Luego cantó el Silvio Rodríguez, y yo miraba rostros para encontrarme a mi morena, la de la cita, y nada. Perdí la esperanza. Hasta que, casi anocheciendo, mi mirada se encontró con la suya. Ella traía lo acordado, yo también. Y entre el tumulto nos hicimos espacio para probar, la carnita con huevo y chile especial. Aquí nos vemos en la foto.
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La banda
Si, de pronto todo inicia de nuevo, y parece mentira que hacemos algo distinto a lo de ayer. Hoy por ejemplo, caldo de pollo y un vaso de coca cola en la comida. Y sólo eso. Ayer tomé café con Chepe en La Cabaña de Las Américas. Mucho de qué hablar, en la periferia cualquier tema, bordeamos para llegar al punto: la mujer que mueve el corazón. Comenta de sus encuentros. Le comento de los míos. Algo de imaginación. Me cuenta de su nuevo trabajo. Después de componer el mundo con un capuchino, un americano y un vaso de agua, pagamos y nos despedimos, previo intercambio de números telefónicos. Yo fui al gran che, para comprar aceite para motor de carro. Afuera llovía. Le comenté que iniciaría un blog y trataría por disciplina escribir a diario. Este es. Pido permiso.
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De ejercicios y sueños.

-Amore, ando amado, aliento añoro, ansío amarte, ángel. Ah. Anda. Ahora habla, anuncia amor.
-Vida, voy volando veloz. Verte varias veces vocación vislumbro. Vaya vía: volcán, vente, voy.
-Traficar tiene trabajo. Tiemblas? Temor tienes? Tunda tendrás.
-Cerebrito, canto contenta, corazón. Cielo color carmín como cuando corres cavando centro con candor.
-Date diez, dice docente. Dame doce damas diario, díscola.

-Cien, calificación, Cándida. Comes carnero? Confía. Canta canciones comerciales como cuando Caribe cooler. Corazón cantante. Cama cuándo?
-Cama cuando conmigo corrijas color calzón. Concedo coger con condón.
-Como comenzar comentarios? Con cariño, corazón. Con cariño cantar cantos. Conceptuar caleidoscopios. Claro, coger como conejos. Cogernos cariño.

-Diva. Di.
-Tiemblo tanto, Toño. Tenerte todo. Temo tú tambalees. Traficante, tienes tibieza, tranquilidad, talento.
-Tanto tiempo tener tunantes, tiricia, tara tengo. Tiemblo. Tienes tú tentación? Tómame. Te tomo.
-Tas tonto, tirano.-Tonto, tonto? Tas temblorosa. Tirana, tú. Tomas té, tunanta? Tengo tanto tuyo.
.


Sueños
Andaba en Comalcalco. No se por qué. Necesitaba irme a Villahermosa. Pasé por el somellera, la línea de autobuses. Esperaba. Intenté comprar un boleto. Va a tardar aún, me dijo el despachador. Había otros como yo en búsqueda de boleto. Momentos antes una niña que traía un cuchillo por poco se corta. No era de ella. Así que al ayudarle me quedé con él. Traía yo en mi maletín el cuchillo, cuando la compra del boleto. Dos muchachos me dijeron que podíamos irnos en taxi. Me gustó la idea: más rápido llegaríamos a nuestro destino. Luego me acordé que también podría buscar la parada de taxis a nacajuca, y de allí transbordar. A eso dirigí mis pasos. Caminé sólo por unas callecillas de la ciudad. Necesitaba preguntar sobre la parada de los taxis colectivos a nacajuca. En mi trayecto vi a unas personas platicando. Al acercarme pude darme cuenta que era una pareja de ancianos lindísimos. Instintivamente toqué mi bolsa que llevó al pecho donde va mi cámara fotográfica. Y les pedí permiso para hacerles un retrato. Son para una revista, les mentí. El creyó escuchar que dije “para una revista de Cuba”, e inmediatamente se emocionó. Ella era de una belleza esplendorosa: alta, fuerte, ojos grises, mirada tierna, cabello mezcla blanco y negro, cejas pronunciadas, y andaba desnuda de su torso. El también fuerte para su edad, con sonrisa de aceptación, me dijo que lo que fuera para cuba era aceptable. Asi que saqué mi camarita de aficionado, y me dispusé a disparar varios clic, para asegurar buenas fotos. Antes el me dijo que tenía unos libros que apreciaba mucho, y quería mostrarmelos. Estaban en una repisita cerca de su ventana. El trató de bajarlos con una mano, pero eran varios y grandes. Yo me ofrecí a ayudarle. Era como una enciclopedia, o colección de cinco seis libros grandes, con mucho polvo. Bajé dos y le pasé la mano por la cubierta. Alcancé a distinguir la figura de José Martí y lo confirmé al leer el nombre del héroe cubano. Antes de tomar las fotos, pensé en preguntarles sus nombres, para que en una supuesta y presunta exposición de fotografías, estuviera con datos precisos. Serían reveladores. En ese momento desperté.

sábado 31 de mayo de 2008


Mole para dos o veinte
Era como de truco avanzar sobre nubes de algodón. Luego inició el diálogo sobre las comidas. Yo tenía hambre, de eso no había duda. Hada madrina quizá no, porque era fácil pronunciar su comida favorita y con la varita mágica, la de los poderes de todas las hadas, hacerla aparecer. Y si fueras a elegir platillo para boda, cuál sería esta, dice. Yo respondí con sonrisa de luna: club sándwich. “Stas loco”, dice, y me tira un puñado de brillo luminoso que se me pegó en la nariz. De veras, ¿cuál sería tu platillo? Entraba sombra por la rendija donde salen los ratones. Pensé que algo tradicional, y recordé a madre cuando lo las fiestas de la infancia: bautizos, confirmaciones, cumpleaños. Y supe que era el mole. Y dije orondo que mole. Una viejecita amiga de madre lo hacía en casa y ella le ayudaba. Poco a poco madre aprendió. Y cuántos invitados serán? dice Hada. Cincuenta, quizá, treinta o veinte, respondo con la seguridad de siempre. Ella cierra esta parte del diálogo: será para dos personas, o veinte. Así será.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Carta de V

La srita. V. me escribe solicitando consejo para utilizar mejor sus domingos, los que considera aburridos. Y aunque el espacio no es para cartas, me permito transcribirla por considerarla interesante.

Sr. Calvillo:
He estado leyendo con atención sus colaboraciones de fin de semana en el diario La verdad, en los que trata asuntos relacionados con el domingo, y en virtud de que esos días son fatales para mí, decidí escribirle para platicar por escrito con usted, además de solicitarle tips para que me la pase menos aburrida. Y mire que no es fácil entrarle de lleno a contar mis cosas, sabe, los complejos hacen que una se inhiba, y finalmente no sepa por dónde entrarle. Hace apenas dos años terminé mi secundaria y ya en prepa me empecé a aburrir de lunes a viernes debido a las clases y tareas y a lo monótono de la voz de los maestros, y por eso esperaba con impaciencia los fines de semana para utilizar mi vida, y salía a caminar por el centro de la ciudad asomándome a cada aparador y cada rostro, no para conquistar, por supuesto, ni vaya usted a pensar mal de mí, sino para encontrar mujer u hombre, que me tendiera la mano en amistad y poder así platicar nuestros problemas para escuchar de otra persona su opinión sobre mí misma, y por más que se agotaban los sábados y domingos entre refresquerías y funciones de cine, no logré encontrar a nadie que realmente se preocupara por mí. No crea que nunca hubo nadie, uno que otro amigo me invitaba a charlar y a reír en pareja. Y se ha de imaginar, nos íbamos al centro de la ciudad y de allí al parque Tomás Garrido, y aunque al principio yo no sospechaba de que los hombres lo único que quieren es no perder el tiempo y aventuraban su mano rápido con el pretexto de que nunca se las amarraron de chiquitos, y finalmente tenía que marcarles el alto. No porque una sea santa o mojigata, que se espanta con todo, nada de eso, es que simplemente no tenía por qué aceptar algo que no me llamaba la atención hacer con cualquiera que estaba en esos momentos conmigo. Así que rompía la incipiente amistad. De allí me nació la terrible idea de que no puede haber amistad entre un hombre y una mujer. Y eso sí que me daba espanto, imagínese que solamente entre mujeres pudiéramos platicar nuestros problemas. Total que el amigo idealizado jamás vino a mí. Pero concreto diciéndole que poco a poco empecé a sentir estimación por mi maestro de redacción (por eso es que aprendí a redactar cartas), que afortunadamente es soltero e iniciamos charla que poco a poco se fue convirtiendo en una relación de dependencia de mí hacia él. Sin embargo lo terrible para mí es que él tiene ocupados los fines de semana y yo por más que espero recibir una invitación a salir, nada, y no es que él me ignore, nada de eso, sino que simplemente tiene otras cosas qué hacer. Por eso le escribo, señor Calvillo, para que me sugiera qué hacer. Los sábados y domingos me la paso como para llorar. A veces he pensado en dejar la escuela e irme a Mérida o Campeche, donde tengo familiares, para distraerme en viajes pero no me decido porque creo que me la voy a pasar peor lejos de mi maestro de redacción. Espero su respuesta.

Atte. Srita V.

Posdata. Le confieso que primero tuve el impulso de escribirle a la consejera del aire, esa la de la estación de radio, pero mis amigas me alertaron de que esa locutora se escribe sus cartas y ella misma se contesta. O sea que puro fraude; por eso mejor decidí escribirle a usted, que en su forma de escribir se nota que es una persona sumamente seria. Gracias por la atención. Fin.

A usted. Srita. V., gracias por la confianza. En próxima colaboración vamos a dar respuesta puntual a su muy atenta carta.

Los libros, viaje a uno mismo

En casa no había. O mas bien dicho, sólo había los libros de texto gratuito escolares de mis hermanos. Y, celosos, no me los prestaban con el temor de que los rompiera. Fue mi hermano Crecenscio, de 9 años, quien, sin conocer de didáctica, o teorías de aprendizaje, me enseñó a leer y a escribir cuando yo tenía cinco. Con esto refiero la importancia que tiene la educación pública y, por lo tanto, los libros de texto gratuitos, porque son los primeros y a veces los únicos a los que tiene acceso una gran cantidad de niños.

El profe Carlos Martínez, de primer grado, traía un libro chiquito. De allí, como algo mágico, brotaban palabras con melodía, y él, entusiasta, entonaba la voz y movía las manos y todos cantábamos en coro, alborozados. Al día siguiente volvíamos al aula a la espera de su palabra vivaz y la mirada luz, con las que nos develaba temas nuevos, y construía, junto con nosotros, otros escenarios, en los que sentíamos calor, cuando el invierno en Matamoros era cruel, rudo.
El librito que llevaba, era un cancionero del grillito cantor, Cri Cri.

Para mí, entonces, los libros eran únicamente los que nos daban en la escuela. En ellos conocí de Benito Juárez, las ovejas y la flauta de carrizo. De Miguel Hidalgo, la cerámica, la miel y los gusanos de seda. Sobre la mítica fundación de Roma cuando los hermanos Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba. De las fábulas de Esopo.

En primaria yo estaba prendado de mi libro de español. Y eso a pesar de mis demás maestros, a excepción del profe. Carlos. Había una maestra pegalona, cuyo nombre no olvido, Alicia. Otros, indiferentes. La vida era otra cosa muy distinta a lo que se vivía en los salones. Quizá algo de historia en quinto y en sexto me llamó la atención, quizá fue la mañana, el sol de primavera o las sonrisas de las compañeritas.

Hilarino Jiménez fue mi maestro de español en secundaria. No nos obligaba a que lleváramos el mismo libro de texto, que costaba caro. A él le bastaba que fueran de la materia y del grado. Entonces mi papá los conseguía usados. El de español era un libro grueso. Venían obras de Lope de Vega, Quevedo, Miguel Hernandez, de Antonio Machado, García Lorca, de Cortázar, Borges, Rulfo, Nervo, Arreola, Paz, Fuentes, y otros que sería complejo intentar ennumerarlos. Yo navegaba entre el mar de imaginación. Palabra a palabra el ritmo tanto de la poesía como de la prosa, se iba metiendo en nuestro ánimo para ya no salir nunca más.

En la casa, dije, no había libros. Pero se leía. No literatura, que finalmente en nuestra sociedad, hasta ahora, es asunto de una élite. Devorábamos comics. Pasaron por nuestras vidas las distintas historietas de Lágrimas y Risas. Las aventuras de Memín Pinguin y sus amigos. Tarzán en las lianas de selva. Superman y la debilidad ante la kriptonita. Chanoc y Tsekub. Ah, y Kalimán en el papel del verdadero Kaliman con su inseparable compañero Solín, a quien solía decir con frecuencia “¡Esperra!, amigo Solín, serenidad y paciencia; el que domina la mente lo domina todo”.
Mi padre llegaba por las tardes con la revista en la mano. Y rigurosamente él era el primero en el orden de la lectura, para que después le pasáramos todos encima con rapidez y al rato la llevábamos a rentar a las casas de los vecinos, quienes igual nos recibían gustosos.

En la escuela Normal nos pidieron en la materia de Español y su didáctica, como libro obligatorio, El llano en llamas, de Rulfo. Nos dijo el profe. “ningún nuevo maestro de primaria deberá llegar a las comunidades rurales sin haber leído mínimo el libro de Juan Rulfo”. Y hay otros muchos libros donde tendrán que asomarse y vivir en la literatura, lo que vivirán en la vida real.
Y nosotros, muchachos de 16 años recorrimos las diversas comunidades del país en las páginas luminosas de varios escritores.

Mi influencia para acercarme a la lectura fue también de amigos:
Bogar, compañero de grupo en la normal me acercó a Rius y sus infatigables monitos.
Oscar Eligio, lider de palabra e ideas, leía Proceso y tenía la colección completa. Me asomaba yo a algún ejemplar y veía los subrayados y me asomaba a la historia del presente, textos de Heberto Castillo y caricaturas de Naranjo. Luego se desprendió –Eligio- generosamente de varios libros y a mi me regaló la biografía en tres tomos de Leon Trostky, escrita por Isaac Deutcher: El profeta armado; El profeta desarmado y El profeta desterrado.
Oscar Eligio junto con Joel Valle andaban en asuntos de oratoria y por las noches llegaban a casa a practicar los discursos con los que participarían en los concursos cercanos. Ellos citaban a los pensadores griegos o romanos, a Martí, en algo así como que el hombre es la medida de todas las cosas, nadie se baña dos veces en el mismo río y el terco pensador cubano que dice que hacer es el mejor modo de decir.

Ah los libros. Apenas dos años después de que egresamos de la normal, quizá andaríamos por los 21 años, cuando el mismo Oscar Eligio nos sugirió leer a Milan Kundera: La broma, La vida está en otra parte y la Insoportable levedad del ser.

Estábamos en la biblioteca de la escuela Normal en una reunión del consejo editorial para publicar nuestro periódico El Opositor. Intercambiábamos palabras en orden sobre contenidos que tendría nuestra nueva edición. Sentí que una mano suave me tocó al hombro. Era Isabel, amiga linda, quien me llamaba para mostrarme un libro. Y en él un poema: poema 20 de Pablo Neruda. “…ya no la amo, o tal vez la amo, en noches como esta la tuve entre mis brazos…”; etc.

Caray, insospechados rumbos tiene la lectura, sobretodo cuando las rutas de cada uno son distintas en tiempo, caricias y circunstancias.

Los tenemos para todas las edades. Los hay de cocina, astronomía, medicina, brujería, duendes, y dioses. Los hay de cuentos, novelas, poemas y numerología. Sobre política, corrupción, caricaturas. Los hay sobre cocina, modelaje, dibujo y ajedrez. De computación, historias de casas de cita, cómo preparar una buena bebida, hacer guiones de cine y filtros para el amor. De cómo se prepara una fiesta de quince años y como defenderse ante situaciones de insomnio o de divorcio. De cómo cuidar la piel. De la mejor manera para pescar brujitas adorables de cuerpo sinuoso.
Los hay de aerobics, pistoleros y de cursis historias románticas. De fotografía, de construcción y de dibujo. Hay instructivos para amar, desarmar y construir alas como las de Icaro.
Los hay de todo lo que la imaginación ha creado y pueda crear en el vuelo de la humanidad.

Las reinas

Las reinas son reinas
donde anden
carretera o vereda
barrio callejones de mercado
parques de pueblos pequeños
zócalos de ciudades capitales
Y su realeza se oculta a miradas indiscretas

Los enanos siempre en mayoría
en sueños casi ogros
confabulan y linchan su belleza

Pocos las reconocemos como reinas
y sucede que a veces ni ellas mismas lo saben
y pasan pena entre los escombros de la vida diaria
que se acumulan en historias de grises tonos.

Y sucede
Porque sucede
El tiempo pasa indiferente
El tiempo no perdona y sigue
y deja atrás los rasgos agradables y las carnes firmes
los sueños juveniles
Y sin embargo con las reinas va un rayo de luz
con ellas viaja la esperanza
con ellas anda un nuevo mundo
Y sus cuerpos
de reinas verdaderas
ocasionan choques de autos
(paran el tráfico)
y son generadoras de energía
Y si sólo verlas
el frío desaparece
y el pobre es rico
Y si sólo sólo verlas
cambia el mundo
Imaginaos el verdadero amor con ellas
Así de simple